Las reglas del juego

   ( Publicado en Diario SUR de Málaga  el 25 de septiembre de 2020)    

En una monarquía parlamentaria, el Rey hace lo que le dice el Gobierno y no hace lo que el Gobierno le dice que no haga. Esta regla tiene en nuestra Constitución escasísimas excepciones, reducidas al plano doméstico o personal, que la costumbre constitucional ha ido, además, reduciendo progresivamente.

Que el Rey no tenga otra opinión que la del Gobierno es un mandato democrático y coloca a este, justificadamente, en una situación de prevalencia política sobre el monarca. Pero la moneda siempre tiene dos caras, y el reverso de la capacidad del Gobierno para decidir los actos del Rey es que el Gobierno es el único responsable de lo que el Rey haga o deje de hacer. En una democracia no hay poder sin responsabilidad. El Rey es irresponsable sólo porque el poder reside en el Gobierno, que sí lo es. 

El Gobierno no puede eludir su responsabilidad en los actos del Rey, porque esta es la piedra angular que permite reconciliar la monarquía con la democracia. Lo intentó hacer con la decisión del Rey emérito de trasladarse fuera del país y no debería volver a intentarlo con la ausencia del Jefe del Estado en la entrega de despachos a la nueva promoción de la Escuela Judicial. Y, por supuesto, no puede escudarse en la Casa Real para no someter esas decisiones al escrutinio público. Si hablamos de decisiones acertadas, el mérito será del Gobierno, no del Rey. Y si no, la responsabilidad no será del Rey, sino del Gobierno.

 

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