(Publicado en Diario SUR de Málaga el 5 de enero de 2025 ) - Las reglas del juego (LXXIX) - Franco llegó al poder tras un golpe de Estado y una sangrienta guerra civil. Consiguió implantar una dictadura que no terminó hasta su muerte, cuarenta años después y por causas naturales. Fue el último reducto del fascismo en Europa y, cuando este fue derrotado en el continente, se las apañó para sobrevivir en la nueva geopolítica que nació de la IIª Guerra Mundial sin perder un ápice de autoritarismo. Hay que saber apreciar los matices (una costumbre en tiempos muy apreciada, pero que está pasando de moda a una velocidad vertiginosa) para condenar el franquismo como el régimen autoritario que fue desde su inicio hasta su final y al mismo tiempo reconocer el relevante papel que tuvieron algunos de los sectores sociales que lo apoyaron en la construcción de la democracia que vino después. No hubo un franquismo bueno y otro malo, pero sí hubo franquistas que decid...
(Publicado en Diario SUR de Málaga el 24 de noviembre de 2024 ) - Las reglas del juego (LXXVI) - Hubo una época en la que los parlamentos destituían gobiernos con tanta frecuencia que no les daba tiempo, no ya a gobernar, sino ni siquiera a que tomaran posesión todos sus cuadros. Era también una época en la que a esa inestabilidad política le acompañaba una gran inestabilidad económica y social, tanto que muchas de las democracias europeas de entonces terminaron engullidas por el totalitarismo fascista y solo pudieron ser restauradas tras una guerra mundial. Con la vuelta del constitucionalismo, los demócratas se volvieron más cautos y tomaron medidas para evitar que los partidarios del autoritarismo pudieran seguir usando el argumento de la sucesión continua de vacíos de poder, procesos electorales y gobiernos ineficaces para justificar sus golpes contra la libertad. Así nació la moción de censura constructiva: a partir de su instauración, el único med...
(Publicado en Diario SUR de Málaga el 2 de febrero de 2025 ) - Las reglas del juego (LXXXI) - Google Maps va a renombrar el golfo de México y lo llamará «golfo de América», siguiendo los deseos del nuevo presidente de los Estados Unidos. Cuidado, porque las cosas acaban siendo del modo del que las nombramos: por ejemplo, hace tiempo que los estadounidenses, no sólo su presidente, se apropiaron del término «América» para referirse no a la totalidad del continente, sino solo a su país. Algo parecido ocurre con el uso de palabras inadecuadas para lo que está regulado por la Constitución: se corre el riesgo de que esta acabe debilitándose, perdiendo su utilidad, que no es otra que someter a límites las decisiones de los poderosos. Los avatares del conocido como «decreto ómnibus» son un excelente ejemplo: lo que todo el mundo llama «decreto», no es tal cosa, pues el Gobierno puede libremente aprobar decretos sin pedir permiso al Congreso, sino una Ley ...
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