Avisar al que no escucha


(Publicado en Diario SUR de Málaga el 31 de octubre de 2021)


Las reglas del juego (XXV)           




    «El que avisa no es traidor». El refranero disculpa de este modo al que nos advierte de que tendremos que atenernos a las consecuencias si persistimos en una determinada actitud. Los tribunales de justicia, con muy contadas excepciones, no suelen avisar de las implicaciones que trae consigo la vulneración de la Ley, sino que directamente nos aplican, cuando toca, la sanción correspondiente. El Tribunal Constitucional es una de esas excepciones, pero sus avisos suelen caer en saco roto.

    Son muchos los Tribunales Constitucionales que atemperan los efectos de algunas de sus sentencias cuando las consecuencias pueden ser excesivamente lesivas. En esas ocasiones, pueden declarar una ley inconstitucional solo hacia el futuro, sin anularla. O declarar que la nulidad se producirá en un determinado plazo, como hizo el nuestro con la regulación del voto de los tránsfugas en las mociones de censura a los alcaldes. Se trata de dar un tiempo al poder legislativo para que enmiende la inconstitucionalidad antes de que esta despliegue todos sus efectos. El problema es que, en nuestro país, el poder legislativo no suele atender esos avisos. Más bien parece que prefiere esperar a que las consecuencias sean inevitables para plantearse en serio resolver un problema.

    Hasta en dos ocasiones, en 2017 y en 2019, había dicho el Tribunal Constitucional que el impuesto municipal sobre la plusvalía, que puede obligar al contribuyente a pagar al ayuntamiento una cantidad superior a las ganancias obtenidas, podría contradecir la Constitución, que ciertamente ordena que todos contribuyamos al sostenimiento de los gastos públicos pero exige que se haga de acuerdo con nuestra capacidad económica. Como en el ajedrez, el Tribunal había advertido al Parlamento que su próximo movimiento podía ser un jaque mate al impuesto, invitándolo a adelantarse a la jugada reformando la ley que lo regula.

    Todo el mundo sabía que tarde o temprano el impuesto iba a ser declarado inconstitucional, pero se hizo caso omiso a los avisos.  Como dijo el clásico, no hay peor sordo que el que no quiere oír.

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