La maldición del Centro



(Publicado
 en Diario SUR
 de Málaga 
el 26 de junio de 2022)

Las reglas del juego (XLIV)         

                                                                                                


 

    También a la política podríamos aplicar el célebre comienzo de Ana Karenina, pues es cierto que todos los partidos políticos se parecen cuando ganan las elecciones, pero cada uno las pierde a su manera. En el reciente 19-J andaluz hemos visto a un gran partido que ha perdido votos ensimismado en un empeño alicorto de movilizar sólo a sus militantes (o lo que quedara de ellos); a otros que han estado atrapados en una división narcisista incluso cuando han ido coaligados (o algo parecido); o al que ha hecho campaña con un discurso y una protagonista tan impostados que no han sido creíbles ni para muchos de sus potenciales votantes (que ya es decir). Con todo, el que más votos ha perdido lo ha hecho de la manera menos original, pues su fracaso electoral recuerda mucho a la que ha sido, desde la Transición, la eterna maldición de los partidos de centro en nuestro país: conseguir centrar el tablero político para verse acto seguido expulsados del juego.

    Tras la dictadura, fue un partido de centro el que consiguió pilotar el cambio a la democracia. Se derrumbó en cuanto su alternativa por la izquierda aprendió que es por el centro por donde se ganan las batallas electorales. Lo que a la izquierda le costó solo un par de congresos y una dimisión con vuelta atrás, a la derecha le costó unos cuantos lustros, pero cuando el espacio de centro se vio copado por centroderechistas y centroizquierdistas dejó de haber sitio para centrocentristas. Solo cuando ese espacio volvió a ser abandonado por los grandes partidos, a merced de la deriva populista y nacionalista (perdón por la redundancia) volvieron los partidos de centro a tener su oportunidad. Que la desaprovecharan del modo del que lo hicieron en 2019 (la noche de los 180 escaños) fue la enésima confirmación de que de nada vale una buena idea si se pone en las manos equivocadas.

    El 19-J, sin embargo, el centro político venía de hacer una buena gestión de gobierno, de mantenerse a flote entre rencillas internas (feroces en todos los partidos, letales en los partidos pequeños) y de una brillante campaña electoral de su líder (el único que dejó claro que «con Olona, no»). Nada de eso ha evitado que se queden fuera del Parlamento. En Andalucía los echaremos de menos cuando la derecha comience a creerse por fin hegemónica, o mientras la izquierda se empeñe en seguir ignorando a sus electores perdidos. 

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