Mérito y capacidad



(Publicado
 en Diario SUR
 de Málaga 
el 12 de junio de 2022)

Las reglas del juego (XLIII)         

                                                                                                


    Fue la venerable Constitución de la Segunda República la que estableció los criterios de mérito y capacidad en el acceso a los empleos públicos. De ahí los copió, como tantas otras cosas, nuestra actual Constitución de 1978.  Y ahí deben seguir, en mi opinión, pese a los que piensan que ni el mérito ni la capacidad deben emplearse para dirimir ni este ni ningún otro proceso selectivo.

    Lo sorprendente de la actual corriente antimeritocrática no es que se denuncie, con razón, que el mérito individual nunca viene solo, sino que se renuncie por principio a la idea de conseguir que emerja, luchando contra todo lo que impida su despliegue. Ya sabemos que el país donde un niño nace, la familia en la que se cría, el colegio donde se educa y la clase social de sus padres determinan de modo muy importante sus expectativas de futuro. Pero el objetivo de las políticas públicas orientadas a reducir esas diferencias no debe ser negar la importancia de las capacidades del individuo, sino conseguir que puedan llegar a desarrollarse en igualdad. El elogio del mérito no debe confundirse con un canto a la insolidaridad: una sociedad será tanto más solidaria cuanto más consiga que el mérito y la capacidad individual puedan florecer en condiciones adversas. Además, valorando el esfuerzo y recompensando el trabajo bien hecho nuestra sociedad no sólo será más justa, también estará mejor preparada para afrontar los retos a los que se enfrentará en el futuro. 

    Es particularmente importante que ese sea el mensaje que le demos a las generaciones que comienzan la edad adulta. Hace unos años, fue J.K. Rowling la que protagonizó el acto de graduación de Harvard (la universidad donde se forma la élite dirigente de medio mundo) hablándole a los estudiantes de los beneficios del fracaso, que ella misma había experimentado en carne propia. Hace unos días le hemos oído a Rafa Nadal el mismo mensaje en la clausura de su academia: «fracasar sólo es malo si no sabéis cómo levantaros y volver a pelear». Claro que tanto Rowling como Nadal son excepciones. Pero dudo que podamos aspirar a mejorar la sociedad sin animar a los jóvenes a esforzarse en cultivar lo que hay de excepcional en cada uno de ellos.

 

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