No esperen catecismo

 



  ( Publicado en Diario SUR de Málaga  el 1 de noviembre de 2020)

Las Reglas del Juego (II) 



Toda respuesta a un problema constitucional entraña un nueva pregunta

    Tras la aprobación de la Constitución de 1812, se hicieron muy populares en nuestro país los catecismos constitucionales. Se trataba de pequeñas obras que pretendían divulgar el contenido de la nueva Constitución mediante una sucesión de preguntas y respuestas cortas, imitando el estilo del Catecismo de la Iglesia Católica. Guardo en mi biblioteca uno de aquellos ejemplares, el Catecismo político arreglado a la Constitución de la Monarquía española para la ilustración del pueblo, instrucción de la juventud, y uso de las escuelas de primeras letras. Es una edición de hace ahora treinta años, al cuidado de mi añorado compañero el profesor José Calvo González, que sirvió entonces de publicación conmemorativa del décimo aniversario de nuestra querida Facultad de Derecho.

        La glosa de la Constitución gaditana es siempre evocadora. Un ejemplo: «¿es libre la Nación española? – Sí, la Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona». Otro: «¿Cuál es el objeto del Gobierno? – el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bien de los individuos que la componen».

    En estas Reglas del Juego espero poder ofrecerles una pequeña glosa quincenal de lo que para la felicidad de la Nación depara nuestra Constitución de 1978. Sobre esta materia somos hoy menos ingenuos que los liberales doceañistas. No esperen, pues, un catecismo: toda respuesta a un problema constitucional encierra otra nueva pregunta, así que procuraré arreglármelas para dar cuenta de ambas en menos de dos mil caracteres. No esperen tampoco ningún galimatías indescifrable al alcance solo del perito en leyes. Mientras más compleja es la realidad constitucional mayor es la obligación del constitucionalista de explicarla con claridad. En esto, poco podemos enseñar a nuestros padres fundadores, que siempre encontraron la forma de llamar a las cosas por su nombre.

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