Paisaje tras la alarma

(Publicado en Diario SUR de Málaga el 16 de mayo de 2021)

Las reglas del juego (XVI)            


  

    

    Una semana después del decaimiento del estado de alarma, la lucha contra la pandemia del covid-19 tiene un elemento nuevo en su contra: la inseguridad jurídica. El estado de alarma había permitido hasta ahora limitar derechos fundamentales establecidos por la Constitución, como la libertad deambulatoria y la libre circulación por el territorio nacional, habilitando a las Comunidades Autónomas, como autoridades sanitarias delegadas por el Gobierno, para que decretaran medidas que se han mostrado muy eficaces contra la pandemia, como el toque de queda en horario nocturno o el confinamiento perimetral de las poblaciones con mayor incidencia del virus.

    Nadie sabe si esas medidas, u otras similares, seguirán siendo necesarias en el futuro, hasta que consigamos la ansiada inmunidad de grupo. Nadie sabe tampoco si se podrán adoptar con el estado de alarma decaído. Ni el Gobierno ha querido solicitar una nueva prórroga al Congreso ni ninguna Comunidad Autónoma ha querido solicitar al Gobierno que lo mantenga para su territorio. En esas circunstancias, las sentencias contradictorias de los Tribunales Superiores de Justicia autonómicos, encargados de ratificar las medidas sanitarias que limitan derechos fundamentales, no han hecho sino aumentar una confusión que sólo el Tribunal Supremo podrá en su momento despejar, aunque nadie tampoco sabe todavía en que sentido lo hará.

    Los críticos con el estado de alarma suelen confundirlo con las medidas que pueden dictarse a su amparo: el estado de alarma no exige que haya toque de queda o confinamientos perimetrales, pero muy probablemente ni lo uno ni lo otro serán posibles si no está en vigor. En realidad, no existía ninguna necesidad de complicar la batalla contra el virus, cuando parece que por fin empezamos a ganarla, eliminando el marco legal que hasta ahora había proporcionado una certeza jurídica razonable. A menudo la política consiste en elegir entre lo malo y lo peor. Puede que el estado de alarma no haya sido la mejor opción, pero la alternativa solo ha conseguido, por ahora, empeorar las cosas.

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