La dimisión



(Publicado en Diario SUR de Málaga el 16 de octubre  de 2022)

Las reglas del juego (XLIX)        

                                                                                                

    El Tribunal Supremo ha calificado de «desastre institucional» la situación que ha llevado a dimitir a su presidente, Carlos Lesmes, que lo es también del Consejo General del Poder Judicial. Ha usado estos términos para exigir que se ponga fin de una vez al hecho de que el Consejo lleve, en abierta contradicción con lo que establece la Constitución, casi cuatro años sin renovarse. El último año, además, sin poder nombrar jueces, magistrados o presidentes de salas o tribunales, lo que está poco a poco contribuyendo a agravar aún más el colapso endémico de nuestra administración de justicia.

    Cuando la cúpula del Poder Judicial de nuestro país, profesionales acostumbrados a seleccionar con sumo cuidado las palabras con las que componen sus sentencias, eligen por unanimidad una expresión tan contundente, hay que ser muy obstinado para negar la gravedad de los hechos. Y eso que, cuando lo hicieron, ignoraban que aún se iba a producir un nuevo incumplimiento de nuestra norma constitucional, pues tras la dimisión del presidente del Supremo y del Consejo, ahora resulta que cada una de estas instituciones va a estar presidida por una persona distinta, obviando el pequeño detalle de que la Constitución ordena exactamente lo contrario.

    En esas circunstancias, esta dimisión no deja de evocar otras de nuestra historia, con las que comparte cierto aroma familiar, el que se produce cuando se pierde por completo la esperanza de que pueda llegar a enmendarse una situación de cuya degradación uno no quiere convertirse en parte. Para que nadie se sienta ofendido con las comparaciones, se me ocurren dos ejemplos, uno monárquico y otro republicano: es probable que Lesmes haya estado aguantando, como le dijo el Rey Amadeo I a las Cortes antes de despedirse, mientras le ha engañado la ceguera que le producía su propio deseo de que el deterioro institucional podía llegar a detenerse. Y es incluso posible (perdónenme el atrevimiento) que haya terminado estando de todos aquellos a los que respetuosamente se ha venido dirigiendo mientras le ha durado el engaño hasta donde dijo Estanislao Figueras poco antes de dejar, esta vez sin despedirse, la presidencia de la República.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Amnistía: de las musas al teatro

Tres tesis sobre el comunicado de la investidura

Cuatro intervenciones en medios audiovisuales sobre la amnistía y la Constitución